Deficiencia en el desarrollo de las relaciones interpersonales
El ciberacoso es un tema muy delicado que tiene bastante repercusión en nuestra sociedad, especialmente en la juventud. En la Universidad de Sevilla (2015), se realizó una investigación, donde participaron 394 adolescentes y adultos jóvenes (13 a 20 años). En dicho estudio, se obtuvo resultados sobre la frecuencia e intensidad, tanto de la agresión, como de la victimización. Por un lado, el 88,6% fueron participantes de las agresiones; mientras que el 87,1% fueron víctimas de este tipo de ataques, mostrando que la mayoría pasa por ambas situaciones. Los abusos han aumentando debido a varias causas, muchas de ellas relacionadas directamente con los agresores y sus comportamientos.
La deficiencia en las relaciones interpersonales de los agresores ha causado un aumento de casos de ciberbullying. Estas se desarrollaron durante su crecimiento, tanto en sus procesos sociales, emocionales y cognitivos; la falta de estos factores tiene un gran impacto en el aumento de estos abusos. El primer problema de este tipo, se halla relacionado a un déficit emocional, que resalta en tres conductas. Para empezar, el agresor tiende a tener una inseguridad en su vida diaria. Tenerla lo hace querer cubrirla o disminuirla, haciendo sentir insegura a otra persona; sintiéndose superior a ella. Además, se da la ausencia de feedback al momento de realizar acciones como esta. Normalmente, no tienen a una autoridad que los aconseje o les diga que sus acciones son negativas y debería parar, así que solo sigue acosando a esta otra persona a través de su pantalla. También, se da una satisfacción y bienestar ante la agresión. Esta se empieza a dar dado a que no hay consecuencias por sus acciones, y hasta lo empiezan a entender como una forma de conseguir cosas. Ellos ven a la agresión como una manera de tratar a las personas que consideran inferiores.
El segundo problema se relaciona con un déficit cognitivo. Este se da ya que, el adolescente está más habituado a sus entornos virtuales, creando confusión entre lo que es real y lo que no. Si no tienen un buen entendimiento de la diferencia de ambos, esta confusión se enfoca en sus relaciones interpersonales y crea varios riesgos. En primer lugar, el agresor tiende a crear confusión en sus víctimas. Ocasiona que ellos no entiendan el porqué de sus acciones, y una desorientación sobre sus propias decisiones. Por otro lado, empieza a existir un riesgo de despersonalización y cosificación de el agresor hacia la víctima. En este caso, empieza a ver a la víctima como un objeto al que puede manipular y atacar, debido a la distancia que hay gracias la tecnología (Avilés, 2013: 68). Asimismo, al tener una satisfacción por la agresión, también la normalizan. La utiliza contra la víctima en todos sus ataques, ya que nadie le dice lo contrario (Avilés, 2013: 69).
El último problema que se puede analizar es el inadecuado manejo de habilidades sociales. Estas son un conjunto de conductas que nos ayudan a relacionarnos e interactuar con otras personas placenteramente. Normalmente, estas habilidades, se aprenden durante la infancia al tener interacciones con otros niños, pero en este caso, esas habilidades no están bien formadas. Ante todo, hay una falta de empatía, una de las habilidades más importantes. En esta, uno se pone en el lugar del otro, y conlleva a la simpatía (Gonzales, 2015: 20). No tener esta habilidad, puede darse debido que no cuenta con las reacciones ni sentimientos de su víctima en persona, sin tener ningún tipo de arrepentimiento. Gracias a esto, hay una desvinculación de sus actos con la realidad, y cree que en el mundo virtual todo está permitido. Finalmente, hay una carecía de manejo de emociones. El agresor no tiene un autocontrol por sus propios sentimientos y tienden a tener muchos pensamientos negativos que conllevan a acciones dañosas.
En esta imagen se puede ver como el agresor tiende a tomar control sobre la víctima, sintiéndose superior.